Si quieres hacer temblar a un físico, simplemente pregúntale “¿qué es el tiempo?”. Te dirá algo sobre las ecuaciones de Einstein, o sobre algo que sucede mientras cambia otro hecho. Si le preguntas a un artista, quizás un músico, te dirá que el tiempo es algo que pasa mientras la vida trata de “joderte”.
Desde que el ser humano es consciente de su presencia y existencia en este mundo y de su capacidad de manipulación su realidad, se ha preguntado que es el tiempo. A fin de cuentas, observaba como sucedían eventos a su alrededor.
No todas las sociedades hemos tenido el mismo sentido del tiempo, mientras que las sociedades actuales tenemos un sentido linear del tiempo, en el pasado, muchas sociedades sentían que el tiempo era cíclico, por estaciones. Algo lógico, ya que vivían acorde a su climatología estacional y a su agricultura que estaba íntimamente ligada a esta climatología.
Einstein, revolucionó el mundo de la física al definir el conjunto de espacio-tiempo, con una comprensión exquisita y excepcional, inusitada, explicando en sus teorías que cada punto del espacio tiene un “reloj” que marca un tiempo distinto de otro punto, en función de la curvatura de ese espacio tiempo.
Bien, se lo que piensas, estoy complicando un post que debía ser de fotografía y arte. Déjame seguir un poco más. Sabemos capturar el tiempo, o eso creemos, cogemos una cámara de fotos y estamos capturando un momento de un fragmento de la realidad. Pero ¿por qué iba ser mejor este momento que otro? Entonces ¿no es el tiempo lo que define ese momento sino lo eventos que suceden en ese instante? ¿No es esta una definición de tiempo artística?
Lo que realmente quiero decir es que, en función de nuestra arquitectura mental, como sociedad, y luego como individuo, seremos capaces de ver, o mejor dicho, mirar una realidad de una manera distinta al resto de individuos, o incluso sociedades. He aquí un hecho interesante que no siempre se menciona cuando se pregunta esa famosa frase “¿qué hace que una foto sea buena?”. Pues déjame decirte que no es su enfoque, o si tiene grano o no, o como se hizo el revelado de la imagen, ni siquiera cuando fue tomada esa fotografía (lo de tiempos pasados fueron mejores no es cierto en absoluto); sino nuestra visión del mundo, nuestros prejuicios acerca de la realidad, nuestra forma de secuenciar las imágenes (tiempos) que hemos capturado en función de nuestra percepción.
Los japoneses, tienen una forma de leer y escribir totalmente distinta, en un orden diferente y con simbología. Por tanto, sus procesos mentales serán diferentes, y de esta manera, su fotografía y su literatura, también lo será. Quizás sería interesante aprender de otras culturas e incorporar estos aprendizajes a nuestros esquemas mentales.
Einstein tenía razón, el tiempo es relativo a nuestras circunstancias. No hay un momento común para todos. No hay un ahora privilegiado ante un pasado o un futuro. Por lo tanto, somos nosotros los que creamos valor al visualizar la obra de una persona, en un instante determinado. Al final no importa cuando. Y aquí es donde entra la narrativa. Cohesiona todo ese trabajo de manera que da igual cuando haya ocurrido. Obviamente, desde un punto de vista de rigor histórico, sí que tiene valor ese momento o pedazo de la historia, pero, ocurre un poco como el Principio de Incertidumbre; hasta que no se observe, no tiene valor.