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Con la democratización y vulgarización de la fotografía, en los años 70 y 80, y posteriormente ya entrados en el siglo XXI, se ha dado un fenómeno curioso, cualquiera puede ser "fotógrafo", al menos en lo que a la parte técnica se refiere. Esto ha dado lugar a dos vertientes, a mi juicio, opuestas entre sí, dos caras de la misma moneda, una buena y otra mala.
Por un lado, el fotógrafo tiene un mayor control sobre sus trabajos, no sólo a la hora de tomar la imagen (obviando la parte de la investigación previa a la captura), sino también en cuanto al resultado final gracias al post-procesado digital al que, afortunadamente, cualquiera puede tener acceso.
La otra cara de la moneda, es que se ha perdido "el oficio" del revelador. Un laboratorista, especialista en revelar y procesar las imágenes acorde lo que le pide el fotógrafo. Esto, a priori, podría importarnos poco, ya que para qué dejar algo a alguien que podemos hacer nosotros mismos, sin embargo, era una figura muy importante en el mundo de la fotografía.
Por otro lado, con esto se corre un riesgo importante, en función de como hayamos efectuado nuestro aprendizaje en la fotografía, y no es otro que ser un clon de un clon que aprendió de otro clon.
Las características principales para tener un estilo propio son: una mirada propia, una forma de disparar propia, y una forma de procesar propia. Si aprendemos por el camino fácil, es decir, en Internet, con un gurú del procesado digital que encontramos en redes sociales, no tendremos nunca nuestra identidad propia. Huid de todos aquellos que dicen "para mejorar tus fotos tienes hacer esto o lo otro". ¿Nunca te has planteado el motivo por el cual hay tantas fotografías en redes sociales que prácticamente son un calco unas de otras?
En mi humilde opinión, la forma de proceder es, aprender, lo más asépticamente posible para que sirve cada deslizador, cada botón, de nuestro revelador, y luego intentar sin influencias, o con las menos posibles, nuestros propios revelados. No digo que sea incorrecto aprender algunas técnicas de estas personas, que sinceramente, algunos lo llegan a hacer muy bien y son maestros en lo suyo (aunque inconscientemente hacen daño a la fotografía), ahora bien, lo que sí es incorrecto es aprender sus técnicas, utilizarlas sin criterio y copiar exactamente un flujo de trabajo que ni es nuestro, ni está diseñado por y para nosotros.
Y aquí, es donde entra en juego la Inteligencia Artificial. Ahora, cualquier creador de contenido deberá competir con una máquina, capaz de, no sólo hacer composiciones imposibles, sino procesar la imagen al nivel más profesional dentro de ese mundo de creadores de contenido.
Si la IA sigue su curso, no sólo podría afectar a estos creadores de contenido, sino que también podría dejar herido de muerte a "fotógrafos" que se dedican a vender vía stock, incluso a los profesionales del oficio del reportaje de boda u otro tipo de contenidos.
¿Qué impide dar imágenes a una IA y que nos haga un fotomontaje en toda regla de una boda? ¿Se vería el oficio del fotógrafo de bodas o stock en un grave problema? Pues como a lo largo de la historia, les tocará evolucionar, seguir adelante y/o empezar desde cero, o bien innovar con las herramientas de que se disponen y sacarles el mejor provecho posible. La ventaja que tiene el fotógrafo de bodas, es que si lo hace como debe, está contando una historia, es un pequeño proyecto en un tiempo mínimo. Con conocimientos de narrativa y cultura visual, podría llegar a realizar grandes proyectos de boda.
Entonces, ¿este es el final de la fotografía? Si entendemos la fotografía, como el homólogo a la literatura, yo opino que no es el final. Los fotógrafos que cuentan historias a través de sus imágenes, que tienen poco o nulo interés en realizar fotomontajes dentro de sus historias, seguirán su camino, ajenos a esta vorágine tecnológica.
En definitiva, el arte, y la fotografía, son como la vida misma, "se abre camino" - Dr. Ian Malcolm (Jurassic Park).