El ruido fotográfico, ese elemento que molesta tanto a aficionados a la fotografía, como a fabricantes de cámaras de fotos. Parece que se buscan mil y una maneras para evitarlo a toda costa, desde comprar cámaras con muy buenas especificaciones hasta técnicas complejas de procesado en el que se elimine el ruido sin llegar a lavar la imagen.
Pero, ¿qué es el ruido? No es más que una variación de la imagen obtenida en comparación con la realidad, tanto en color como el brillo, así como esas "partículas" de grano de la era analógica. Dicho esto, hay que tener en cuenta que, como todo en fotografía, el ruido puede pasar de ser antiestético e indeseable hasta  ser algo buscado. Todo pasa por lo que deseemos en nuestras imágenes.
En otras palabras, el ruido debe estar justificado, tanto su presencia como su ausencia, de manera que esté en nuestra mano la decisión de combatirlo o no.
De esta manera, encontramos grandes fotógrafos, y no hablo de aquellos autores de proyectos de los años 70-80, sino gente más joven, que, no sólo utilizan el ruido, sino que además casi que abusan de él, creando unas imágenes y proyectos con una ambientación muy característica.
Uno de estos fotógrafos, es Michael Ackerman, el Israelita que a través de sus imágenes y su característico ruido, es capaz de transmitirnos sus miedos internos, su lucha contra sus demonios, y ese amenazante mundo que nos muestra a través de su mirada.
Half Life - Michael Ackerman
En su obra, se observa que muy pocas imágenes se libran de este ruido fotográfico tan característico, que ha hecho de él una marca distintiva en su persona, en sus obras. Se puede reconocer una fotografía de Michael Ackerman por el uso de ese ruido y de ese blanco y negro tan marcado.
Pero el ruido fotográfico, tampoco es un invento moderno, nos acompaña desde el nacimiento de la fotografía. En épocas más recientes (1968 en Japón) , tenemos el movimiento Provoke, que hicieron de su "Are Bure Bokeh" (Grano, Movimiento y Desenfoque ) todo una seña de identidad, explotando de manera descarada pero muy atractiva, no sólo este ruido fotográfico, sino el foco y el movimiento, de manera que incluso algunas fotografías eran cuestionadas dada su dificultad de lectura.​​​​​​​

Daido Moriyama

Daido Moriyama, máximo exponente del movimiento Provoke, nos da una lección acerca del uso del grano, con unas fotos que podrían rozar el surrealismo, transportándonos a través de sus imágenes a un mundo imaginario pero real. Con una mirada muy peculiar, sus fotos han sido ampliamente imitadas a nivel mundial, pero Daido sólo hay uno...aunque este es otro tema.

Daido Moriyama - Una de las calles que suele recorrer en su amada Shinjuku 

Como vemos, si el ruido está justificado en nuestra idea, no deberíamos luchar con él, sino abrazarlo y dejarnos llevar. En definitiva, no es un elemento tan indeseado como podríamos pensar a priori, sino algo más agradable y estético de lo que podemos imaginar. 
A pesar de la tan manida frase "más vale una foto con ruido que nada", lo cierto es que es un elemento a tener en muy en cuenta. De hecho, una de las imágenes más imitadas por los aficionados que conocen la obra de Moriyama es la del perro callejero, solitario, un "paria y apestado social", que casi parece describir toda una clase de personas en un mundo moderno que rechaza a aquellos que no quieren adaptarse a él. La cuestión es, ¿sería la misma imagen sin ese característico grano? Está de más decir que el Blanco y Negro tan extremo ayuda a conseguir esa ambientación, ya que es toda una abstracción para nuestra visión.

Daido Moriyama - Perro Callejero

Aunque es cierto que muchos grandes fotógrafos han tenido la limitación tecnológica de sus equipos fotográficos, hay que valorarles y ponerles en contexto con otros coetáneos que también disparaban en analógico, pero sin embargo han sido capaces de domarlo y no contar con él en sus imágenes, porque para ellos no estaba justificado en sus proyectos. 
Uno de estos fotógrafos, es Langdon Clay, coetáneo en los 70 de Moriyama, y el cual tiene una magnífica colección de fotografías de coches de la época, sin ruido, a diferencia de los fotógrafos de Provoke, que también disparaban con nocturnidad y alevosía. Las imágenes de Clay, son dignas de cámaras fotográficas actuales, llegando a hacernos dudar si han sido disparadas con una máquina digital o analógica. Esto nos lleva a otra cuestión, en la que no entraremos en esta ocasión: ¿la cámara importa?

Langdon Clay - Car- NY 1974-1976

Concluyo que, ha quedado demostrado a lo largo de la historia fotográfica, que no, la cámara no importa, como tampoco importa el ruido, y me atrevería a decir el foco, siempre que estos elementos, o su ausencia, estén justificados y enmarcados dentro de un trabajo consistente y homogéneo.
Como en todo, la libertad está en nuestras manos, y sólo nosotros podremos decidir si nuestros trabajos tienen o no ruido, al igual que también podremos elegir otras cuestiones como Blanco y Negro o Color, el tipo de composición que queremos y por supuesto, la temática. 
Eso es lo bonito de la fotografía.
¿O no? 

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