Michael Ackerman, The Birds

Hay algo en la imagen pobre (término que nace de una conferencia sobre cine, en Alemania en el año 2007, como “En Defensa de la Imagen Pobre”) que atrae y engancha mucho más que el primogénito lícito del RAW, a pesar de lo que llegan a creer los puramente estetas de la imagen, amantes del enfoque digital, anti-ruido, y mil efectos creados en programas de procesado digital.
Esta imagen, en ocasiones imperfecta en su perfección, deteriorada en otras ocasiones, o simplemente añeja por un procedimiento que ya no es actual, tiene la capacidad de hacer pensar, transmitir y que nuestra atención se centre en ella duramente más de 10 segundos, e incluso que pensemos en ella y recordemos esa imagen.
Desconozco las razones por las que esto sucede tan frecuentemente, pero me atrevo a decir que esto es por el ligero coqueteo con la abstracción que este tipo de imagen produce sobre sí misma.
En mi caso, me provoca sensaciones y me hace pensar, quizás mi cerebro intenta interpretar la escena que sucede ante mis ojos. Quizás intenta rellenar esos huecos o imperfecciones visuales que no me dejan entender del todo lo que el artista quería mostrar, sin embargo, o mejor dicho, “por ello”, la imagen es tan buena.
Como consecuencia de esto, se corre el riesgo una vez más de abrir el debate de la técnica y el equipamiento, ya que la imagen pobre me lleva a unas técnicas y equipos probablemente obsoletos (a ojos de la técnica) y no es la intención de este pequeño texto. Creo que se entiende fácilmente a qué me refiero.
Sin embargo, creo que es digno mencionar que, a pesar del olor a crítica mañanera de este texto, mi intención es animar a aquellos que creen que no son buenos fotógrafos porque sus equipos no son buenos. Al contrario, yo les diría que la imagen pobre está de su lado y que sabiendo explotar esa cámara analógica de los años 80, o quizás esas primeras digitales de los primeros años del s. XXI, tendrán más probabilidades de éxito en cuanto a la producción de historias, al menos en el aspecto visual.
A mi personalmente, me gusta y entusiasma la imagen pobre, esa imagen ligeramente desenfocada, con grano, en algunas ocasiones con sombras empastadas, o cualquier otro defecto que pueda contener.

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