Hay una cosa que tienen en común la fotografía y la religión. Al menos desde mi punto de vista.

Y no es otra que cosa que la búsqueda de la luz desde las sombras. Parece una reflexión trivial, pero no lo es en absoluto. El hecho de tener que buscar luz, en ambas filosofías hace que nos sintamos mejor. Es decir, ¿quién no aprecia una fotografía en la que hemos expuesto a la luz reflejando de esta manera un contraste con las sombras? Maestros como José Manuel Navia utilizan esta técnica en sus trabajos.

Pero desde un punto de vista más filosófico, y menos técnico, que a fin de cuentas es lo que importa en la fotografía (recordemos que el origen debe ser una idea), encontrar la luz es encontrar una meta en cada proyecto, en cada reportaje. Es una sensación placentera que se parece mucho a la paz que puede transmitir la religión, en aquellas personas que son creyentes y la practican.

La "paz fotográfica", expresión que me acaba de venir a la cabeza mientras escribo estas líneas, no es otra cosa que encontrar el camino en la fotografía. Cuando encuentras tu yo, tienes ideas para tus trabajos, y sientes en tu interior que empiezas a hacer las cosas bien, y estás en el camino adecuado.

Esta paz fotográfica, o felicidad fotográfica, o cualquier término que quieras utilizar, es algo infrecuente, que todos buscamos y que realmente es muy difícil de encontrar. No siempre se consigue lo que se desea, y requiere de mucho esfuerzo. Muchos se quedan por el camino, otros ni siquiera lo han descubierto o no saben de lo que hablo.

Es curioso, nunca he sido una persona religiosa, ni siquiera creyente, son los años y las malas experiencias, junto al mayor conocimiento del universo en el que vivimos, lo que han hecho que mi visión haya cambiado. Ahora la fotografía para mi, no es sólo apretar el botón del obturador, sino que va desde la reflexión y la escritura de mis ideas, la investigación de esas ideas, la lectura, y termina el proceso en la finalización de un proyecto, sea cual sea.

En 2022 falleció mi padre. Una enfermedad se lo llevó. Fue la fotografía la que me ayudó a superar el duelo antes de su muerte. Siempre digo que fue mi bote salvavidas. Hice un proyecto la experiencia de mi padre, o quizás era la mía, ya no lo sé. A día de hoy, que tengo el proyecto finalizado, aún sigo trabajando en él para su culminación en un libro, algo que a él le habría gustado, sin lugar a dudas.

Como digo, la fotografía y la religión se parecen mucho, quizás por este motivo sentí paz en este trabajo que realicé. Me abrí a la fotografía, casi de la misma manera que un creyente se abre a la religión, y me dejé llevar, después de mucho tiempo con una lucha interna acerca de si lo que hacía era correcto. Fotografiar a una persona enferma, o incluso en sus últimos días y más allá, desde luego que crea conflictos morales. Hablar con la persona, mi padre, disipó todos mis conflictos internos. Haciendo inmediatamente que mi trabajo adquiriera un valor incalculable para mi y el amor hacia mi padre fuese aún mayor.

El día de su muerte no sentí dolor, solo una leve tristeza por su partida. Había disipado gran parte del dolor a través de la fotografía y mis largas conversaciones con él, en la habitación de Paliativos. Por supuesto, no hay nada en este mundo que no pueda hacerme recordarle a él. Le hecho de menos a diario, pero esto, lejos de ser malo, es bueno en mi opinión.

Siempre estará vivo en mi corazón.

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